Maratón de Madrid: Cuando el aliento del público te hace avanzar kilómetros

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Dicen muchos de los que han completado una maratón que el momento más emocionante es cuando cruzas la meta. Cuando eres consciente del reto que has logrado. En ese momento tu mente se acuerda de tus seres queridos, de los que están y de los que ya no están, y de todo el trabajo que has invertido para llegar y poder superar esa línea de meta.

En mi caso, en mi primera maratón, no ha sido así. Quizá porque las piernas no me iban desde kilómetros atrás y discutía con mi mente si este enorme esfuerzo merecía la pena. Cuando he cruzado la meta, y después de más de 42 Km, sólo pensaba en lo difícil que me iba a resultar recorrer los apenas 200 metros que me separaban de mi familia. Porque como decía Stallone en Rambo, para ser exactos, la parodia que de esa escena hizo Santiago Urrialde, lo único en lo que pensaba es que ¡no sentía las piernas!. Una frase que quizá se le ocurrió tras correr su primer maratón.

Por ello, el momento más emocionante, al menos para mí, tuvo lugar bastantes kilómetros antes, cuando a medida que nos acercábamos al punto de partida (km. 38), parecía mejor idea sentarse en una terracita al sol o tumbarse en la hierba del Paseo de Recoletos. Cuando las piernas me fallaron dejé de correr, empece a caminar y enseguida parte de ese público empezó a llamarme por el nombre que aparece bajo mi dorsal y a darme ánimos para que siguiera corriendo.

El corazón se impuso a mis piernas y a mi aturdido cerebro y seguí corriendo medio kilómetro más. Y la escena volvió a repetirse dos, tres y hasta cuatro veces más. Yo me paraba y ellos me animaban aún más. Pero no sólo a mí, también a todos los corredores y en especial a todos aquellos en los que el sufrimiento se había instalado permanentemente en su rostro. Y así, con esos ánimos de cientos de desconocidos, logré concluir mi primera maratón -primer objetivo-, y cumpliendo además con el tiempo que inicialmente me había marcado -segundo objetivo-. Sin ellos no habría sido posible.

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El público, un elemento ensencial

Y como yo, supongo que muchos otros la acabaron, hoy aquí en Madrid, y ayer o mañana en otra parte del país, gracias a la aportación de ese público desconocido que con su aliento te hace avanzar aunque tus piernas y tu mente no quieran. Madrid, sus vecinos, los familiares o amigos de los corredores, los corredores de las otras dos pruebas, los de esta ciudad, los de fuera, los turistas y todo aquel que se ha acercado a ver qué estaba pasando, se han volcado para hacer esta carrera grande, y para que muchos de nosotros podamos haber cumplido nuestro objetivo. El apoyo del público ha sido total desde el primer kilómetro hasta el último. Porque a una carrera no sólo la hace grande su recorrido, su dificultad, su organización, su número de participantes. Porque sin ese público desconocido que anima, que aplaude, que te choca la mano, sólo sería un simple entrenamiento, uno más de tantos.

Está claro que este pueblo siempre ha sido de los más solidarios con aquellos que más sufren, y lo que se ha vivido en el maratón de Madrid y lo que se vive en muchas de tantas carreras que se celebran cada fin de semana en pueblos y ciudades de España, es sólo un ejemplo de su solidaridad, de su sensibilidad ante el dolor ajeno, a pesar de que la mayoría de nuestros dirigentes, los actuales y los anteriores, casi nunca hayan estado a su altura. Esperemos que algún día ésto cambie.

Medalla para los patinadores

Por último, hay que darles las gracias también, además de a los voluntarios, a los patinadores, que con sus aerosoles y vaselina han contribuido a que muchos logren completar esta maratón. La organización debería tener el detalle de obsequiarles también con una medalla de finisher, cosa que no hace, porque no sólo han completado los más de 42 km patinando sino que además han ayudado a que muchos otros corredores lo consigan. Gracias.

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