Cómo mejorará tu salud si empiezas a correr

Salir a correr es relativamente fácil. Basta con ponerse unas zapatillas y empezar a mover los pies a una velocidad mayor que al andar, desplazándose desde un punto A hacia un punto B. Cualquiera que no tenga una barrera física que le incapacite para esta tarea puede hacerlo. Lo difícil es que el hecho aislado de salir un día a correr se convierta en una rutina que forme parte de tu vida.
Normalmente cuando no nos apetece o no queremos hacer algo utilizamos una excusa universal que sirve de comodín para cualquier situación: “Me gustaría pero es que no tengo tiempo”. Hablemos de tiempo. Si un día tiene 24 horas, una semana por lo tanto tiene 168 horas. Empezar a correr con asiduidad requiere sólo al menos una hora y media por semana, es decir, menos del 1% de tu vida semanal, y cerca de entre 5 y 8 horas (el 5%) si queremos convertirnos en un corredor de nivel avanzado, que no profesional.
¿Realmente no puedes dedicarle ese tiempo a la semana? ¿No puedes dormir cada día media hora menos, levantándote un poquito antes o acostándote algo después? Si la respuesta sigue siendo negativa, llevas una vida muy ajetreada, sufres una enfermedad con un elevado índice de prevalencia denominada pereza o aún sigues pensado que correr no merece la pena.
Hablemos de motivos para correr. Correr con regularidad no es nada fácil. Como todo esfuerzo físico requiere un desgaste que tu cuerpo acusará las primeras semanas hasta que se dé cuenta de que esta actividad es algo habitual. Correr es más perjudicial que andar, pues las rodillas, los tobillos y los pies se resienten más a causa de los impactos contra el suelo producidos al desplazar todo nuestro cuerpo a una velocidad elevada. Salir a correr cuesta cuando estás cansado después de una jornada complicada o si en la calle hace demasiado frío, mucho calor o temes mojarte por si te constipas o encoges. De nuevo la pereza hace acto de presencia.
Múltiples ventajas
Está claro que llegado a este punto te apetecerá menos iniciarte en esta aventura, pero correr, por supuesto, tiene muchas ventajas, casi todas ellas relacionadas con nuestra salud. Correr mejora nuestro corazón que, como todo músculo, se fortalece con el ejercicio y se vuelve más eficiente, prolongando la vida de nuestro motor y previniendo así posibles enfermedades cardiovasculares (el sedentarismo multiplica por dos el riesgo de este tipo de enfermedades). También mejora nuestra salud mental, ya que el ejercicio físico libera endorfinas, la llamada hormona de la felicidad, que alivia el dolor y ayuda a reducir la tristeza, el estrés y la depresión.
Además, correr es uno de los instrumentos más eficaces para adelgazar porque permite que nuestro organismo queme calorías a un ritmo más rápido y sin necesidad de pasar hambre. Diferentes estudios han demostrado igualmente que conlleva mejoras tales como la calidad del sueño o la actividad sexual, pasando por la reducción de accidentes cerebrovasculares o la sensación psicológica de sentirse mejor con uno mismo. Incluso algunos estudios (como el de Copenhagen City Heart Study) han encontrado que correr con asiduidad prolonga la vida varios años y, obviamente, permite que lleguemos a ese tramo final en mejores condiciones.
Además de estos beneficios para la salud, correr puede ser una actividad socializadora, que te permitirá conocer gente, si quieres, o convertirlo en tu rincón que te permita evadirte y poner en orden tu mente. Tú eliges. Correr en definitiva es un compromiso, un contrato contigo mismo y que te ofrecerá resultados a corto, medio y largo plazo. ¿Lo firmas?
Beneficios para nuestro organismo
- Ayuda a fortalecer nuestro corazón haciéndolo más eficiente.
- Previene posibles enfermedades cardiovasculares y reduce la aparición de accidentes cerebrovasculares.
- Mejora nuestra salud mental al liberar endorfinas, la llamada hormona de la felicidad, que alivia el dolor y ayuda a reducir la tristeza, el estrés y la depresión.
- Nos permite adelgazar al quemar calorías a un ritmo más rápido.
- Mejora nuestra calidad del sueño o la actividad sexual.